sábado, 27 de noviembre de 2010

El Arbol

Siempre alli, en su lugar, fiel a sus firmes raíces,
a su origen.
Callado y misterioso y con tanta historia que contar,
propia y ajena.

Paciente y ambiguo, como una estatua
aparentemente inmóvil o dejándose llevar por las vicisitudes
del aire en movimiento:  amigo del alma
y primer contacto con la alegría, con el dolor...
es decir ...con la Vida,
que fluye de lo más profundo
y  lo convierte en protagonista,
majestuoso.

Asi, adaptandose a las mil circunstancias
se mantiene solitario, como un viejo sabio
que no se enreda con lo banal, lo intrascendente,
dándose generoso y desprejuiciado
regalando a quien lo quiera, su sombra,
su gran orgullo, resumen de  una vida
de perseverancia y convicciones sólidas,
cientos de  años vividos en una serenidad cíclica.

Y se deja sorprender en el encuentro
y en cada nueva situación, cobijando al peregrino
como un hermano mayor, dándole techo,
acercando a las hormigas al sol
o simplemente dejándose observar, con humildad
pero sin ningún pudor, como una gran diva
que muestra sus curvas para ser admirada...¿porqué no?
Y es la sorpresa del encuentro con el otro,
la que motiva su incondicionalidad y su arraigo

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